martes, 13 de marzo de 2012

Clubs liberales en Andalucía: la pareja es algo que se comparte


Ya en el primer club de intercambio que visito, el Eva y Adán del Puerto de Santa María, un rubiales, que deambula al otro lado de la reja de la terraza mixta, aprovecha la primera oportunidad que se le presenta para dirigirse a mi amiga y a mí. Me acerco a hablar con él. No sabe que soy periodista, claro. Me asegura que es una de las primeras veces que acude al local (eso dirán todos), y que lo hace porque así se asegura de estar en un lugar donde todo el mundo va a lo mismo, sin riesgo de que la otra persona quiera compromiso. 



No está en esa etapa de su vida, no quiere complicaciones ni expectativas. La primera vez que lo probó le resultó raro, diferente a otras experiencias más ‘comunes’, pero si está repitiendo es porque el balance fue positivo. El tipo es atractivo y parece culto. Yo, al menos, podría ligar con él en alguna noche de fiesta, pero lo que hoy me propone es un trío con mi amiga. “Cuando os he visto”, dice, “me ha volado la imaginación”. Pues imaginando se va a quedar. Mientras, las dos parejitas que se han intercambiado en el jacuzzi están gimiendo desgañitadas. No parece importunarles en absoluto que estemos a menos de un metro de distancia, viéndolo todo.



Liberalidad absoluta

En la terraza del Templum, uno de los clubs liberales de Vera, el pueblo nudista con más swingers por metro cuadrado de España, un chico le está haciendo un reconocimiento ginecológico a una chica, mientras ambos toman una copa sentados en un sofá. En general, nadie se corta lo más mínimo: al fotógrafo y a la arriba firmante nos invitan a participar en las orgías. Renuciamos, por lo que acabamos yéndonos a casa más húmedos que un par de balletas. Una entrevistada me cede (y recomienda) a su marido como plan B, ya que no me apetece hacer un trío con los dos. Las mujeres también se me insinúan picaronas. Y si observo una cama redonda desde la puerta, lo que hacen es invitarme a participar con mi acompañante, que ha venido a ser el único hombre en Europa capaz de decirle a una mujer (yo misma) que la primera noche, no (y la segunda, tampoco). Si ese pobre se encuentra a alguna de esas solteras que acuden a los clubs de intercambio a buscar sexo sin compromiso, cae desmayado. Aunque no hay tantas, según el dueño del Eva y Adán: “Les cuesta venir, pero cuando vienen,suelen buscar chicos solos, no parejas. Su idea es que esto es mejor que conocer a un chico en una discoteca, ligar con él y luego no saber adónde llevárselo para echar un polvo. Además, si están aquí, ya sabes que quieren lío”. Otra ventaja es que “tienen la seguridad y la garantía de que aquí dentro no hay riesgos, todo está controlado. Si buscas sexo sin compromiso, no encontrarás una opción mejor."


¿Por qué un club y no en casa?

Esa seguridad es uno de los principales motivos por los que las parejas prefieren quedar en estos clubs que en sus dulces hogares. En Eva y Adán, me cuentan: “Si quedas con alguien que no conoces y te pasa en tu casa cualquier cosa, ¿cómo lo explicas? El club te garantiza que la gente aquí es conocida y localizable”. De hecho, muchas veces es el dueño el que recomienda parejitas o chicos solteros y hace de Celestino, descartando a los que sospecha que se han pasado de copas o no huelen demasiado bien. El club tambien evita los problemas de logística que quedar en una casa puede acarrear. “Coincidir en una casa con otras parejas es complicado. Conciliar las vidas familiares cuesta bastante, especialmente cuando hay niños. Además, no es algo automático, en plan llegar y poner el clavo cómo y dónde sea. En el club hay música, te crean el ambiente idóneo para ir calentando motores. Jugamos con el erotismo, por ejemplo, lamiéndonos con tequila, sal y limón untados en ombligos, cuellos, bocas, etc. Y después podemos hacer uso de las instalaciones para culminar, que siempre es mejor que partir la cama en tu casa alquilada y tener que explicárselo al casero”, explica Juan. Otra ventaja es que en España los clubs son muy higiénicos en comparación con otros países, como Francia, donde, según Pau e Idoya, son como discotecas en las que cada uno pilla donde buenamente puede. Aquí, en cambio, como cuenta Juan, “la higiene es esencial. Se limpia continuamente y en las taquillas hay todo lo necesario: toallas, zapatillas y, en algunos sitios, hasta condones. Siempre nos advierten que no nos compliquemos la vida”. Por lo general, los swingers los llevan en el bolsillo.Los cuartos oscuros también proliferan. Por ejemplo, en el Atrevida Gay Show, el pub gay más chic de Algeciras, hay uno con un ‘glory hole’ para introducir el pene por un lado de la pared, y al otro lado “nunca sabes quién está ni por dónde se lo está metiendo, ni si tiene un cuchillo”, bromea Steven, su propietario. Moderno que es él, ha habilitado otro cuarto oscuro para lesbianas, donde me meto a curiosear y me tiran los trastos con frases como: “Eres la más guapa de todo el bar, cómo me gustaría hacerte una buena cenita”. “Más bien una comidita”, pienso yo para mis adentros. Y huyo.


Por proponer, que no quede

En un club liberal, tú puedes pedir todo lo que se te ocurra. Siempre habrá alguien dispuesto a seguirte. Lo único importante es que respetes las normas de tu pareja, las de las demás parejas y las del local de intercambio. Juan ejemplifica: “Puedes hacer una despedida de soltera privada, pero si luego se quieren sumar dos parejas desconocidas del club que te parecen majas, acabas en una cama grande con una confusión de piernas, brazos, cabezas y sexos, donde todo el mundo se lo pasa bomba. Cada uno ha puesto sus límites, se ha liado con quien ha querido.”
Eso, si lo desean. Porque algunos solo pretenden calentarse, limitarse a los toSexo camientos, a lo mejor al sexo oral y las caricias, pero la penetración la reservan a la pareja. Incluso los más liberados son muy selectivos: “Nosotros no somos de orgías. Para llegar a la penetración, de cada treinta veces, una. Tiene que haber mucho feeling con la pareja, mucho juego. Podemos llegar a la felación; para la penetración, terminas con tu propia pareja”. Idoya admite que, a pesar de ser muy selectiva, ha terminado con otros más veces que él. Su pareja argumenta que “casi todos los hombres que ella quiera estarán encantados, pero a mí me cuesta más que me guste alguna”.
Aunque para exclusivos, los más de 3.000 miembros de la asociación de parejas swingers de 18 a 35 años de España y Portugal, que piden reservados con barra y bebidas propias para no tener que mezclarse con los no-socios.
Así se ahorran incómodas y violentas coincidencias entre padres e hijos, hermanas, primos y demás en el mismo momento de la noche. Un ejemplo concreto: “Una pareja se encontró con la hermana de uno de ellos en la parte de los reservados. Era la primera vez que ella iba al local. Se lo tomaron muy bien, pero menos mal que no coincidieron en el cuarto oscuro”, recuerda un ‘swinger’.


¿Por dónde se empieza?

Métete en webs y chats para encontrar swingers dispuestos al intercambio con otras parejas o con mujeres solteras para hacer tríos: www.parejitasmediterraneas.es o www.onswingers.com serían las principales. Ahí tienes que introducir tu perfil y dejar claras tus normas y preferencias (los hombres hetero suelen aclarar que no aceptan ningún contacto homosexual). Se aconseja no mentir en cuanto a tu físico, porque te van a pillar cuando quedéis para ver si hay feeling antes de intercambiar fluidos. Una sevillana muy salada argumenta de esta forma inapelable: “¿Para qué te voy a decir que mido 1,70, tengo 30 años y estoy tremenda, si luego me vas a ver y te voy a decepcionar? No hay que engañar, al que atraigas, que sea por lo que eres de verdad”. En eso están de acuerdo con Idoya y Pau, que se fijan mucho más “en el morbo, el olfato y la higiene que en que el físico.” Piensa que siempre hay un roto para un ‘descosío’. • Ve a clubs de intercambio en persona. Aquí es donde quedan muchas parejas que se han atraído por chat, o aquellas que buscan tríos. Los hombres siempre lo tienen más complicado, porque, de acuerdo, pueden entrar, pero por otra puerta, y deben permanecer concentrados en un espacio aparte, para que las parejas o las solteras les puedan escoger entre todos los candidatos. Como son muchos los disponibles, no tienen capacidad de elección. Nosotras sí. Se siente.


¿Cómo comportarse?

No significa no. Un simple gesto con la mano en señal de ‘para’ o ‘por ahí no’ se respeta. Jamás debes insistir.
Aparte de prohibir las drogas, una norma que suelen seguir todos los locales de swingers para no pervertir el concepto de intercambio de parejas es evitar que los hombres acudan con prostitutas. En el Eva y Adán, el propietario confirma que “si vienen parejas acordadas, no les pido el libro de familia, pero si canta mucho que no son pareja, o que el hombre ha contratado a una profesional, les digo que esto no funciona así, ni está hecho para eso. La primera vez tal vez hay suerte y cuela, pero en cuanto hablan con otra pareja se les pilla rápido. A la segunda, ya nos vamos conociendo y les cortamos para que no lo intenten más. Tiene que haber una ética”.
Si faltas al respeto, vas con una prosSexotituta o te propasas, los demás clientes avisarán a seguridad y te sacarán discretamente del club. Si te pones patoso o torpe, también te echan a la calle. Además, se corre la voz por otros locales para que estén alerta sobre ciertos personajes que resultan conflictivos.Si se te va la boca contando intimidades ajenas, también estás acabado. El propietario del Eva y Adán lo explica así: “Aquí se conoce todo el mundo, así que, cuando metes la pata se entera todo dios. La cosa termina como el juego del teléfono roto: se infla la historia y, al final, te puedes encontrar solo con tu pareja en un rincón sin que nadie quiera tomarse nada contigo”.
Lo mismo ocurre si fuerzas a tu pareja a hacer algo que no quiere. Juan, que lleva muchos años ‘disfrutando de la vida’, como él define el ‘swinging’, cuenta que “una vez, el marido se cabreó porque ella no parecía estar demasiado por la labor. La mujer se quedaba ahí, como un ladrillo. Pasamos muy mal rato, ya que es una situación fría e incómoda. No sabes qué hacer ni cómo comportarte. Se corta la tensión con un cuchillo. Si intervienes, mal; si no, también”.



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