martes, 13 de marzo de 2012

En 2011 se vendieron 50.000 muñecas

No sé si son menos feas que ésas de porcelana descascarada que venden en los mercados de pulgas como trasto viejo, pero las muñecas inflables me dan miedo, con perdón de quienes usan estos extraños juguetes sexuales para darse placer, en reemplazo de la compañía femenina, real. Una lástima, habiendo tantas mujeres de piel y hueso que no encuentran a un tipo que las quiera, y viceversa, pues también hay muñecos, aunque la demanda debe ser menor, creo yo.



no te asustes, precioso…soy de verdad…luk3y via bigfun



Cuestión es que el mercado de las sex dolls pegó un salto el año pasado, supongo, a la par del aumento de la soledad y la insatisfacción humanas: en 2011 se vendieron más de 50.000 ejemplares de silicona y vinilo, poquitas en relación a la población mundial, pero suficientes si pensamos que cada una cuesta cerca de …6000 euros. Después del furor del Tamagochi y el animé, Japón vuelve a ocupar el podio del entretenimiento convirtiéndose en el mayor fabricante de estos sofisticadísimos “complementos” para adultos, porque la nueva generación de muñecas hasta hablan y tiene las manos suaves, como recién hechas en la manicura….



no me pinches que me desinflooooo!!! foto terra.com

Precisamente leo que la última novedad son las Dutch Waifu, (esposas holandesas, por su origen) que traen incorporados sensores de movimiento que les permiten actuar como cualquier mujer real ante distintas situaciones de la vida “cotidiana” (lo mejor, seguramente, es que no discuten ni pelean cuando descubren engaños y mentiras). Además de haber tiendas de ropa y maquillaje para decorarlas a gusto (¡qué cosa escabrosa!), existen máquinas expendedoras en algunas ciudades de Japón para que antes de comprar los clientes interesados puedan ver cómo funciona el mecanismo de la intimidad.

Las he visto en algunos sex shops de Buenos Aires desinfladas y envueltas al vacío, rubias, orientales, morenas, rellenitas…todavía no entiendo cómo este cacho de plástico puede estimular las fantasías masculinas.



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